viernes, 28 de agosto de 2009

El péndulo

En el eje


Una mano

un zig-zag
la mano abierta

al compás
mi mano

melancolía
en su movimiento


atrapada.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Velas

Velas oscuras
en su incandescencia
gira todo dolor ajeno


Dentro
en lo profundo
de los adioses
giran los ecos
La memoria

Velas oscuras
para nombrar
aquellos que se fueron.

sábado, 22 de agosto de 2009

Haikus

La nieve cae
mi mano la atrapa
pero se funde.

***

La hormiga busca
de un lado a otro
sol de otoño

***

Las velas fluyen
duermen las montañas
en la quietud

***

En la acequia
donde crece moho
la rana nada.

***
Cerca del cielo
en la cima del pino
el gorrión canta


***

miércoles, 5 de agosto de 2009

La escalera Capitulo 11

He abierto los ojos porque algo me molestaba. Es un punto de luz que sale de una rendija de la pared. Un sol diminuto. Me acerco, lo miro de lado y se vislumbra el polvo que gravita: Pequeñas manchas sobre la claridad. Sin perder la vista por este paisaje insólito me siento apretando mis piernas sobre mi pecho. Entrelazando los brazos por debajo de las rodillas. Y permanezco largo rato. Mi mano se acerca al haz y abierta gravita también, como un pájaro herido absorbe el alimento, la claridad. Allí está empujando y relajándose. Jugando a tener alas, volando despacio, girando, convulsionando sus dedos. Y al traspasar el rayo sobre la palma de la mano, se vuelve de un color rojizo perfecto. Y sus arrugas como ríos agrietados que se esparcen cobran protagonismo. “Mama me decía mi niño, que manos tan arrugadas tienes” y yo lo miraba en su sonrisa y en su verdad. Las manos de mi niño eran dulces y pequeñas como palomas. Yo las atrapaba formando un nido y las levantaba hacia mis labios para besarlas. Era un gesto tremendamente silencioso y en él había siempre una plegaría para su bienestar y el mío. Eran sus manos vulnerables y sensibles como su ternura… Se acerca a mi pecho poderosamente un fino dolor. Entre la luz y la memoria hay un espacio tan diminuto. Y además duele. Vuelvo la vista y me acerco a la pared. Detrás del rayo hay una rendija, casi un agujero. Allá tan lejos esta todo y no hay nada. Observo con desesperación que allí tampoco hay nada. Nada. Yo y mi cuerpo como carne inútil, mi mano y mis recuerdos moribundos.